NAUFRAGIO DEL NAVIO "ORIFLAMA", CONSTITUCION, 26 DE JULIO DE 1770



A los interesantes mitos y leyendas que encontramos en el libro Chile, País Oceánico es valido adjuntar un apasionante texto que encontramos en las páginas de Internet, se trata de la leyenda del Oriflama. Que tiene origen en un hermoso bergantín que naufragó en las costas de nuestra región entre en Río Maule y el Mataquito en tiempos de la colonia y sobre el que se ha tejido una fábula interesantísima. La imaginaria marítima ha trasladado desde Constitución a Valparaíso esta historia y es así como en el sitio Web de la Ilustre Municipalidad del puerto aparece este escalofriante relato.
Interesante resulta analizar la modificación de la realidad de lo acontecido en el lejano 1770, al mito nacido de la imaginación de los hombres de mar, ya que hoy tenemos información tangible que confirma el destino de este navío español, el lugar de su naufragio y la localización de una parte importante de su cargamento que hoy esta ubicada en la playa de la desembocadura del río Huenchullami, al norte de Constitución.


La leyenda cuenta lo siguiente…
Caían las primeras sombras del 23 de Junio de 1770 cuando en las cercanías del puerto de Valparaíso, fue divisado el bizarro velero español Oriflama, que había zarpado a principios del mismo año, desde el puerto de Cádiz.
Sucedió que, a poco de navegar, una misteriosa epidemia provocó una horrenda mortandad entre la tripulación, la que se acentuó pronto con una escasez de alimentos que produjo una desesperada hambruna.  El Capitán del velero Gallardo, ordenó disparar una salva de cañonazos en homenaje a su amigo, el Capitán del Oriflama, sin embargo desde esta, nadie respondió el saludo. El Capitán Ezpeleta ordenó alcanzar al silencioso velero, presintiendo que algo grave ocurría a bordo, pero la noche impidió su empeño. Tan solo al otro día un bote, perteneciente al Gallardo, logró abordar al Oriflama... El espectáculo era sobrecogedor, aterrante, macabro; 149 pasajeros y tripulantes yacían muertos diseminados entre los 106 sobrevivientes, casi todos moribundos.
Los marineros del Gallardo no lograron imponerse sobre los verdaderos motivos que produjeron tales efectos, porque los que aún daban señales de vida no podían hablar, ni siquiera moverse. Cuando volvieron al Gallardo, contaron las verdaderas razones del silencioso recibimiento por parte de la Oriflama y porqué la nave mantenía solamente una vela izada. El Capitán ordenó el rápido transporte de víveres y medicamentos. Cuando la orden comenzaba a cumplirse y los botes estaban prestos a ser descolgados, un violento temporal comenzó a desencadenarse en la bahía y las naves hermanas empezaron a separarse cada vez más. Todo el día el temporal se ensañó con el Oriflama y el mar tempestuoso lo convirtió en un frágil juguete de las olas.
Las primeras sombras de la tarde mostraron de él tan solo un destartalado velero a punto de zozobrar que apenas mostraba su arboladura en lontananza.
Pronto sobrevino la noche, una noche de aguaceros y vientos furibundos. Las jarcias y los mástiles rumoreaban una oración extraña y sobrecogedora. La tripulación del Gallardo pensaba que el Oriflama estaba irremediablemente perdido, que a esa hora sus escasos tripulantes y pasajeros habrían expirado debido al viento frío y al aguacero.
De pronto, sucedió un alucinante acontecimiento: el velamen del Oriflama comenzó misteriosamente a ser izado y rápidamente el viento inflamó sus velas. Tanto y tanto se hincharon que en un breve lapso la “Nave de los Agonizantes” zarpó con rumbo desconocido.
El Oriflama encendió toda sus luces y, así engalanada, con sus mástiles y palo mayor iluminados, se alejó velozmente noche adentro.
El Capitán Ezpeleta, aferrado al barandal de proa, no podía convencerse de que cuanto estaba sucediendo era realidad...
Así fue como el hermoso velero gaditano: El Oriflama, ingresaba al misterioso círculo de los “barcos fantasmas” que de tiempo en tiempo aparecen a los marinos que surcan nuestro litoral.
El Oriflama frecuenta los puertos nacionales mostrando sus velas hinchadas, plenamente iluminado y con su macabro cargamento de 300 tripulantes y pasajeros muertos. Esta es la historia del bergantín fantasma llamado también  “Nave de los agonizantes”
Naufragio y descubrimiento del navío español "Oriflama" frente a las costas de Constitución
Los mares que bañan las costas de Chile ocultan la historia de un naufragio perdido con grandes tesoros abordo. El hombre encargado de reconstruir la fantástica historia de este barco hundido en 1770 fue el historiador Mario Gisande, miembro de la Academia de Historia Naval y Marítima de Chile, quien lleva 15 años investigando los episodios ocurridos en nuestras aguas territoriales.
Atraído por el magnetismo del mar y las bibliotecas, se aventuró en la frenética búsqueda de uno de los diez barcos más buscados por la corona española, pero jamás encontrado: el “Oriflama”.
Hoy, todas las pistas indican que los restos del navío reposan diseminados en el mar, entre la desembocadura de los ríos Maule y Mataquito, en la Séptima Región.
Aporte histórico
El “Oriflama” fue un navío de registro de la Armada Francesa construido en los astilleros de Toulón en 1743, dotado de una artillería de 56 cañones de fierro y bronce.  
A partir de 1756, Francia entró en guerra con Inglaterra. Tras sucesivos enfrentamientos durante más de seis años, el “Oriflama” terminó siendo capturado por los ingleses, quienes optaron por no utilizar el barco en su armada y lo transformaron en un navío mercante.  
En 1762, en virtud de circunstancias que se desconocen, el navío pasó a manos Españolas, y se rebautizó como “Nuestra Señora del Buen Consejo y San Leopoldo”, aunque conservó en calidad de alias el nombre Oriflama -Oriflamme en francés.  
Con el tiempo, el navío mercante apareció en manos de la poderosa Casa Uztariz de Cádiz, la que lo destinó a la Carrera de Indias como Navío de Registro. 
Entre 1763 y 1768 realizó diversos viajes a la Nueva España. Por esos años, varios documentos denuncian su travesía desde Cádiz hacia Veracruz, desde allí a La Habana, hasta retornar finalmente a España cargado con los caudales de México.
Zarpe sin retorno
El último viaje del “Oriflama” se inició el 19 de febrero de 1770, cuando zarpó desde el puerto de Cádiz. Lo hizo junto a otro navío llamado “San Joseph”, alias El Gallardo. Probablemente se separaron al cruzar el temido Cabo de Hornos y sólo se volverían a encontrar en circunstancias menos felices. 
Su destino era al Puerto de El Callao, en Lima, Perú, portando un cargamento surtido de un número indeterminado de joyas, fierro, telas, herramientas y mercadería en general, destacaba entre ellos una invaluable cristalería fina manufacturada en La Fábrica Real de España. Los destinatarios de las mercaderías eran las más ilustres familias de la nobleza limeña y quiteña. 
Cinco meses después del zarpe en Europa, el “Oriflama” fue avistado a unas 120 millas al sudoeste de Valparaíso por el navío español “San Joseph”, al mando de Juan Esteban de Ezpeleta, quien ordenó identificar al otro navío disparando un par de cañonazos al aire e izando una bandera como aviso. Sin embargo, el “Oriflama” no respondió a las señales, por lo que se dispuso enviar un bote a inspeccionar el barco que no tardó en informar del desastroso estado de la tripulación.  
Se había declarado la peste al interior del “Oriflama”. El frío, el hambre y el escorbuto habían diezmado a la tripulación. Desde su partida habían echado al mar 78 cadáveres, 106 hombres estaban gravemente enfermos y el resto de la tripulación, 30 hombres, maniobraban con dificultad las velas inferiores.  
A las deplorables condiciones descritas se sumaría un violento temporal, desechando la posibilidad de cualquier intento de rescate. La suerte del barco estaba irremediablemente sellada y la nave quedó a la deriva.  
Era el mediodía del 26 de julio de 1770 cuando desde la costa del Maule lugareños avistaron a la distancia el “Oriflama” y observaron con sorpresa y pavor como el gran navío era arrastrado por un inusual temporal, para terminar estrellándose en una rompiente, tras lo cual se partió en dos. 
La terrible tempestad de viento y agua y la fuerza del oleaje impidieron brindar ayuda a los escasos sobrevivientes. Entrada la noche, el barco y sus tripulantes se perdieron para siempre en las profundidades del mar.
El futuro del "Proyecto Oriflama"
Entre fines del 2003 y comienzos del 2004, la empresa Oriflama S.A. proyectaba itinerar con una muestra cultural que contempla montajes de paneles educativos, charlas y la presentación de un micro documental, junto con lanzar en una edición de lujo la publicación del libro “El Oriflama, nave mártir del Pacífico”. 
La importancia de estos trabajos de investigación generó que productoras internacionales como el National Geographic y Discovery Channel manifestaran interés en realizar una saga documental sobre el “Oriflama”, el cual sería difundido en al menos seis idiomas.
Actualmente, el proyecto cuenta con los patrocinios de la Universidad Marítima de Viña del Mar y de la Academia de Historia Naval y Marítima. 
La empresa de investigaciones marítimas Oriflama S.A., luego de conseguir autorización para la prospección arqueológica de los restos del navío y su carga han determinado su ubicación a varios metros bajo la superficie en la arena a solo cincuenta metros de la playa de La Trinchera, 30 kilómetros al norte del río Maule.
Conclusión
Al finalizar esta narración podemos concluir que los Mitos y Leyendas del Mar están basados en hechos reales acaecidos en algún momento de nuestra historia y que gracias a la narrativa oral de los sucesos se han ido transformando o cambiando de latitud según quien nos las cuente.
Aun así, la rica imaginaria del mar que en este curso hemos tocado con gran interés entusiasma al lector y nos lleva a investigar para saber más de nuestra historia marítima y sus raíces.

www.mardechile.cl: "Ensayos de Mar", apoderados del Colegio Constitución, escrito por Iñigo Rioseco, 22 de Enero de 2008 



Diario El Mercurio, 25 marzo 2012, del libro "Naufragios en el Océano Pacífico Sur", Bascuñán Eichholz Hartwig, 2012